Psic. Jahir Tepoxtecatl Mendoza
En México, los espacios dentro de la denominada “Educación Pública” son reducidos, de modo que gran parte de la población año con año se queda sin acceso a la misma, desde luego este suceso tiene presencia en todos los niveles educativos.
Claramente, en torno a esta problemática giran alrededor múltiples variables de tipo político, demográfico, económico, etc.
Sin embargo, considero que un elemento de importancia que ha sido omitido durante décadas, es que los planteles escolares (con todos los elementos que conllevan) no han aumentado con relación al número de habitantes, en otras palabras, los centros educativos en cantidad, son los mismos que hemos tenido a disponibilidad de la sociedad durante décadas, sin importar si ahora tal vez exista mayor población que antes, dentro de una determinada zona geográfica.
En consecuencia, las personas encuentran dos panoramas casi nada alentadores, el primero es abandonar sus intenciones escolares, y el segundo (para quien tiene la posibilidad económica) buscar y costear una escuela privada, sitios que, a mi consideración, más que escuelas son negocios, por lo que, siempre he sostenido que la mayoría de ellas, a su matrícula escolar le dan un estatus clientes; en lugar de alumnos.
Conceptos que sin duda guardan muchísimas diferencias entre sí, y a pesar de que nos cueste creerlo, de forma lamentable es una “realidad” de nuestro país.
Personalmente, estimo que un estatus de alumno contempla un sinfín de elementos, entre los principales, el proporcionar los componentes “necesarios” para el desarrollo de ciertas actividades que favorezcan los procesos de cognición, lo cual nos vincula directamente con escuchar y atender las diversas demandas que existen por parte de la comunidad estudiantil, en cuanto a factores que pudieran fungir como impedimento a lo antes mencionado, adicionalmente, procurar evitar el establecer procesos burocráticos disfrazados de “adquisición de conocimiento” que contengan tintes económicos, del mismo modo, el mantener la comisión de derechos universitarios que coadyuve en conjunto con autoridades escolares a mantener un ambiente democrático, respetuoso y profesional.
Por su parte, un estatus de cliente, que de forma penosa es muy común encontrar en instituciones “privadas” mexicanas, está caracterizado por establecer distintos procesos burocráticos, por perseguir interés económicos y no educativos, por actuar de forma arbitraria ante sus intereses institucionales o personales, pero sobre todo, por no interesarse en las necesidades, problemáticas e intereses de la comunidad estudiantil.
Claramente, todo este fenómeno produce, entre muchas otras cosas, que no se adquieran aprendizajes “significativos”, que la estancia escolar sea desagradable, pero sobre todo, que muchas personas no puedan concluir sus grados escolares, lo cual puede conducir a diferentes desequilibrios económicos y emocionales.
En definitiva, esta problemática social ha perdurado durante décadas, y al día de hoy, tristemente no se logra ver alguna alternativa de solución ante esta situación, pues como se mencionó en un inicio, son hechos que contemplan un sinfín de variables.
No obstante, estoy convencido que es indispensable el conocer nuestros derechos y obligaciones dentro de las instituciones educativas.
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