Psic. Jahir Tepoxtecatl Mendoza
Como seres humanos, experimentamos diferentes emociones a lo largo de nuestra vida, esto como producto de distintos acontecimientos que vivenciamos, no obstante, en ocasiones dentro de las culturas sociales o incluso como parte de las dinámicas familiares, se generan creencias o ideas enfocadas a interpretar como algo “desagradable”, “negativo” o “perjudicial”, el aceptar y vivir nuestras emociones.
Adicionalmente, en algunos otros contextos, incluso se le llega a dar la connotación de un sentido de “inferioridad”, aquella persona que se te atreva aceptar y experimentar sus emociones. Sin embargo, es importante saber que todas y cada una de nuestras emociones tienen funciones específicas, por ponerte algunos ejemplos, sabemos que el enojo aparece como producto de algo que interpretamos como injusto, o que atenta contra nuestra integridad.
¿Te imaginas que sucedería si no contáramos con esta emoción? Del mismo modo, el miedo se encarga de salvaguardar nuestra integridad, poniéndonos a salvo frente a circunstancias donde pudiera existir un cierto peligro, que de igual manera, generara vulnerabilidad a nuestro bienestar.
Si te puedes percatar, con estos dos ejemplos podemos corroborar lo que anteriormente hacía mención, en cuanto a que, cada emoción tiene una determinada función.
Pero ¿Qué sucede cuando reprimimos nuestras emociones? Las consecuencias pueden ser diversas, desde aumentar malestares emocionales, provocar deterioros en distintas áreas de nuestra vida, pero también, propiciar malestares físicos.
Comúnmente creemos que si ignoramos la emoción “ya se pasará”, no obstante, debemos de saber que en la mayoría de las veces; las emociones únicamente se transforman, pues al no ser aceptadas y procesadas, se pueden convertir en otra emoción, en algún sentimiento, o incluso en algún padecimiento físico. Para ello siempre, les recuerdo a las personas la frase icónica que aprendimos principalmente en la etapa de secundaria, la cual es de Antoine-Laurent Lavoisier quien decía “La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma». Sin duda, si le hiciéramos algunas adaptaciones podría quedar como: “Las emociones no se destruyen en el interior, solo se transforman”.
La explicación es un tanto “sencilla”, el cuerpo humano tiene diferentes mecanismos sobre los cuales libera elementos que no son beneficiosos para nuestro organismo, ejemplo de ello, es la orina o excremento, y en este punto quisiera formularte la siguiente pregunta ¿Qué crees que sucedería si por una semana no hiciéramos estas dos necesidades?
Seguramente, la respuesta de la mayoría sin tener conocimientos básicos en medicina, sabríamos que estos dos sucesos nos pudieran creer un desequilibrio o complicaciones físicas, es entonces cuando les pregunto a las personas ¿Te imaginas el impacto que puede generar en nuestro organismo el retener una emoción por una semana? O peor aún ¿Durante un mes, dos meses, un año?
Es por ello, que te he comentado a lo largo de este texto que muy probablemente no es que la emoción “desaparezca” al evitarla o al reprimirla, si no seguramente únicamente se transforma, pues al final, el organismo busca la forma de como “expulsarlo”, por lo que es común, que se puedan generar afecciones físicas como parte de una falta de “asertividad en emociones”.
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